A veces lo que decimos puede ser un arma de doble filo, puede significar para nosotros una gran herramienta, pero también el causante de malos momentos.
Pero... ¿qué es más importante lo que se dice que palabras o lo que no se dice? ¿O acaso es más importante lo que decimos con nuestras acciones?
Existen diferentes interpretaciones de lo que uno quiso decir, puede que la interpretación que se tenga de lo que decimos no sea la esperada ya sea por una mala elección de la palabra nuestras o por algo propio del interprete.
Pero... ¿qué se hace cuando algo que escuchamos no nos agrada? ¿Puede ser que hayamos malinterpretado lo que el otro nos quiso decir?
Hay personas que prefieren callar ante lo que no les agrado, considerando que quizás ha sido una mala interpretación de lo dicho, hay otras que prefieren hablarlo y hacerle saber a la otra persona que no se sintieron bien con lo que ha dicho.
Pero a su vez existen personas que prefieren no hablar y actuar de tal forma que quien dio formuló la dicho, se sienta incómoda o mal por algo de lo que muchas veces no es consiente que pudo generar una mala interpretación.
Entonces, ¿que es peor aquello que se dice y puede interpretarse o no de la forma correcta, o aquello que no se dice?